Al preguntarles lo que quiere decir vivir la vida al máximo, muchos piensan en las riquezas y las ganancias materiales. No obstante, los beneficios y logros materiales no duran mucho y, por cierto, no pueden producir paz, gozo o satisfacción duraderos.
Al leer las epístolas de Pablo, descubrimos rápidamente que, para él, vivir la vida al máximo no tenía nada que ver con lo que poseía ni en donde vivía. En cambio, si implicaba tener una relación personal con Jesucristo.
Hubo ocasiones, en efecto, en que parecía que cuando tenía menos o que la adversidad era más severa, él estaba más contento y podía aseverar: “[Dios] me ha dicho: Bastante mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad…Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9-10).
Las posesiones materiales, la gente y las ambiciones van y vienen. Solo una cosa permanece constante y eterna: el amor de Dios por nosotros. Lo más importante para Pablo era Cristo y la relación que disfruta con Él.
¿Qué considera usted lo más preciado que cualquier otro cosa? ¿Su relación con Dios, o acaso algún evento, deseo u objeto es el centro de sus afectos? Cualquier cosa que cautive su corazón y su mente es precisamente lo que controla su vida.
Muchos quieren saber cómo sacar más provecho de la vida. La respuesta es: gracias a una relación íntima con el Señor Jesucristo. La plenitud no demanda que abandonemos nuestros sueños ni esperanzas, significa volver a enfocar nuestra vida de manera que todo lo que hagamos y deseemos comience y termine con Jesucristo.
Cuándo le entregamos nuestras vidas, Él le da sentido de dirección a todo lo que hacemos. Súbitamente la vida adquiere mayor significado. Los deseos, sueños y metas que fijemos tienen mayor razón de ser cuando le pedimos a Dios que los coloque dentro del contexto de su voluntad y de sus objetivos para nosotros.
Cómo vivir la vida al máximo En el aprendemos que Dios tiene planes y propósitos para nuestras vidas. Él jamás nos olvida; su mayor deseo es que le conozcamos más íntimamente y anhelemos tener comunión con Él.
Primero lo primero. Primero Dios.